Estas navidades, el mejor regalo eres tú.

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miércoles, 18 de julio de 2012

Quiero derramar sobre tus sedientos pétalos la esencia del amor verdadero.

Cierro los ojos y pienso en ti. Y es que he caído en la cuenta de que extrañarte es mi necesidad. Recorro tu cuerpo en cuestión de minutos y lo hago mil veces al día. Otras mil a la noche. Trepo tus piernas, y tu fuerza en ellas me ayuda, y supongo que sean fuertes, porque cada día te levantas con fuerzas de dar un nuevo paso. Y de ahí, salto y me deslizo por tu delgada cintura, delicada pero tan sencilla que parece salir del cielo, de las suaves nubes, esas que puedes ver su pureza en su color. Y entonces, recorro a pie un camino que me lleva al desierto de tu piel, la blancura, el largo tallo de tu cuerpo. Y podría volver hacía el principio como en un tobogán, deslizándome por cada parte que ya he recorrido. Todo es tan suave que parecerá estar volando por el cielo. Un cielo del color de tu piel. Y tras recorrer una y otra vez cada una de esas partes, sigo mi camino avanzando lentamente por tu cuello, creo compararlo con una puerta que me lleva a la felicidad. Y haré lo imposible, o tal vez lo que nadie creé posible para subir. Utilizaré la magia del momento, la razón o, entre otras, dejaré mi huella en cada paso, y caminaré todo lo que sea necesario para llegar a tus labios y perderme. Un laberinto de sabor del que no quiero salir jamás. Sentir allí tu fuerte respiración tan dulce que parece una melodía recién salida de un viejo violín. Y al beso número infinito, me elevas tan alto que puedo llegar a tu nariz y de allí a tus ojos. Puedo ver más allá de ellos. Ver que hay un largo camino de idas y venidas que nunca acaban, una monotonía que no se hace pesada. Lágrimas acompañadas y perdidas en una sonrisa que continua elevándome hasta tu cabello. Y allí, tumbado, puedo sentir la sensación de estar sentado sobre la hierba y que el viento me cosquillee la piel, y es tan suave que, en un abrir y cerrar de ojos, he dormido horas en la cima de tu cuerpo. Acurrucado a ti. Entonces, es ahí cuando vuelvo a empezar de nuevo. Como todo. Empezar cuando acabo y terminar cuando sin más, ya estoy empezado. Y es que nunca quiero dejar de hacerlo. Tú eres yo. Yo soy tú. Y ese es nuestros principio y nuestro final, igual donde empieza que donde acaba. 
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Blogger, vuelvo de nuevo. Esta vez os dejo un texto un poco más extenso de lo que os tengo acostumbrados. No sé, lo hice sin pesar, simplemente salio solo. Recorrer su cuerpo como si tuviera la esencia de una dulce flor. Bonito, ¿verdad?. Bueno, espero volver pronto. El verano me agota. Un grandísimo beso.

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